
Si tienes peques en casa, sabes que cada temporada toca renovar guantes. Y es que cada invierno comienza igual: abres el cajón de los guantes y falta uno, el otro está dado de sí o simplemente no aparecen
Suena fácil: una talla, un color, y listo. Pero no.
Encontrar unos guantes que protejan del frío y, a la vez, sean cómodos y respetuosos con su piel tiene truco.
Más aún, si la dermatitis atópica forma parte de vuestra rutina: entonces, elegir guantes pasa de detalle a decisión clave.
Porque el frío, para la piel atópica, no es solo frío; es tirantez, picor y ese “rasca que te rasca” que no avisa.
¿Ayudan los guantes? Sí, si eliges bien. Te contamos qué materiales buscar, qué evitar y cómo ajustar la talla para que sus nuevos guantes cuiden sin agobiar.
Manos con piel atópica en invierno
Con la llegada del frío, las manitas de los peques se vuelven más delicadas. El aire es más seco, el viento las enfría, y la calefacción en casa termina de robar la poca humedad que les queda. La piel atópica, que ya de por sí tiene una barrera más finita y sensible, lo nota enseguida: se reseca, se irrita y empieza el temido “rasca que te rasca”.
A veces el problema no es solo el frío, sino los cambios de temperatura. Salimos al parque bien abrigados y, en cuanto entramos en casa, el contraste es enorme. Esa montaña rusa térmica confunde a la piel, que se deshidrata con facilidad y se vuelve más reactiva. Si, además, les abrigamos demasiado, el sudor queda atrapado y también puede irritar.
A todo eso se suma el trote de la vida diaria: lavados de manos constantes, geles que resecan, puños que rozan.
Pequeñas cosas que, juntas, hacen que sus manos se quejen un poco más en invierno.
Los guantes perfectos para la dermatitis atópica
Los guantes no curan la dermatitis, pero sí actúan como una pequeña armadura de tela que protege su piel del mundo exterior. Y, al estar en contacto directo con ella, elegirlos bien es fundamental.
En nuestro clima, no hacen falta guantes gruesos ni térmicos. De hecho, lo ideal es justo lo contrario: que sean finos, suaves y transpirables. Así permiten que la piel respire, evitan que el sudor se acumule y mantienen una temperatura agradable sin irritar.
El algodón orgánico o el bambú son materiales que suelen funcionar muy bien, porque son delicados y dejan pasar el aire. Conviene, en cambio, evitar las fibras sintéticas cerradas, la lana áspera o los tejidos con tintes fuertes o acabados con purpurina, que pueden aumentar el roce.
Los pequeños detalles también cuentan: costuras planas, etiquetas fuera y un puño suave que abrace sin apretar. Son gestos simples, pero su piel los nota. Y como los guantes van y vienen del lavado, elige tejidos que soporten bien el agua fría y los detergentes suaves, sin suavizante.
Un truco práctico es tener dos o tres pares siempre a mano. Así podrás cambiárselos si se mojan jugando o en el parque, evitando que la humedad quede atrapada y agrave la dermatitis.
Y si algún día vais a la nieve, una buena opción es usar dos capas: un guante fino de algodón en contacto con la piel y otro más grueso encima, para mantener el calor y proteger del agua.
Consejos para acertar con la talla (y el confort)
Si dudas entre dos tallas, fíjate en cómo abre y cierra la mano con el guante puesto y elige siempre el que le permita moverse con naturalidad.
En los bebés, las manoplas son una opción cmodísima: calientan rápido, se ponen fácil y no limitan el movimiento. Y si se quita los guantes nuevos porque “le molestan”, probablemente lo que necesite no sea otra talla, sino más suavidad o menos presión en la muñeca.
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